Un cartel frente al Ayuntamiento en Novales bautiza el espacio como ‘plaza de Martín Catalán, campeón del mundo de atletismo’. Para los que no sean del pueblo, la frase confunde; quien más y quien menos sabe en la zona (y en el mundo del atletismo aragonés) que en Novales nació y vive Domingo Catalán, doble medalla de oro planetaria en la distancia dorada del ultrafondo, los 100 kilómetros… Martín para los de casa, puesto que ese nombre figura en el registro civil junto a Domingo –el santoral del día añadió ese segundo nombre– y así le han llamado siempre en el pueblo.
Treinta y curo años ha tenido Domingo la tienda Atleta’s en las proximidades de la plaza de España de Barcelona, establecimiento especializado en zapatillas y complementos para corredores. Cerró hace un año y, desde entonces, Domingo –que tiene setenta años– pasa la mayor parte del tiempo en Novales, donde se ha hecho su casa y vive con su esposa. Ambos lo tienen claro: los próximos años jugarán su partida vital en el pueblo.
«Hice muchos amigos en la tienda. Venían por dos cosas, la charla con los consejos y, sobre todo, porque les hacía buen precio. A Adil Mechaal, por ejemplo, lo conozco desde niño, lo traían sus entrenadores», ríe Domingo, que llegó a Barcelona desde su pueblo en 1962, a los catorce años de edad. «Empecé a correr en Barcelona, en el 64. Un antiguo atleta, obstaculista, me preguntó si hacía deporte, y le dije que algo de pelota mano, pero que no tenía mucho tiempo con el trabajo y los estudios. Me animó a correr porque dijo que tenia pinta de atleta».
Lo cierto es que el zagal tenía aguante, y como fondista extendió esa característica hasta bien entrada la cuarentena –sus mejores años de atleta– e incluso la cincuentena. «De los nueve a los catorce fui pastor, y hacia muchos kilómetros cada día con las ovejas, cuando el perro no me hacía caso hacia de pastor y de perro, ya ves. Ahora aún corro despacico una hora diaria, aunque tengo mal las rodillas, muchas lesiones. Luego de cabeza al río, aunque hiele, aunque hace unos días que no me he atrevido a tirarme».
Entrenar con el mejor.
El visionario exatleta le dijo a Domingo que fuese al F.C. Barcelona y hablase con Gregorio Rojo, quizá el entrenador más prestigioso que ha dado el atletismo español. «Allí empecé, y él me entrenó muchos años. Soy del Barça, de hecho en el club sigo siendo de la cada, pero también animo al Huesca y le tengo simpatía al Zaragoza. Luego me fichó la Nike y empecé a ganar alguna perrilla».
Domingo probó en varias distancias. «Hice cross y también obstáculos y medio fondo, aunque odiaba la pista. Luego ya tiré para el fondo; no tenía velocidad, pero sí resistencia, y por eso encontré mi sitio en las pruebas de aguantar, cuanto más mejor. En maratón hice 2’17” como mejor marca. Dos veces gané el mundial en 100 kilómetros, una vez fui segundo y seis veces campeón de España. No tengo muchas fotos ni recortes; el otro día me pidieron de la media maratón de Granollers, que voy a dar la salida el día 4 de febrero, y mi hija me tuvo que ayudar».
La maratón no fue suficiente. ¿Se hacía corta? «No se hacía corta ni pequeña, córrela y verás –afirma, con los ojos encendidos– pero yo no podía destacar en la pista, mi tiempo no bastaba para beca. Con la gente de Maratón Cataluña en los setenta y ochenta se hizo un gran trabajo. Me propusieron ir a correr la maratón de Nueva York y allá fui, luego volví varias veces. Yo clavaba el ritmo, los pasos de los parciales, casi sin mirar el crono, aunque lo llevaba».
Lo de Martín.
Domingo se enteró que se llamaba Domingo cuando fue a Barcelona a trabajar, por los papeles penales que pedían las empresas. Hasta ese día siempre fue Martín. «Pon Domingo, me gusta mi doble vida –ríe a carcajadas– pero aquí tengo el mayor éxito de mi vida deportiva; la plaza que me dedicó el pueblo, y ahí dice Martín, en la misma casa en la que nací. Ninguna medalla es mejor que eso».
Novales es su hogar, y le tiene un cariño absoluto. «Aquí hay gente buena, y muchas cosas por hacer; la Asociación de Amigos del Castillo es un ejemplo. Tengo claro que siempre voy a estar ahí cuando me necesiten. Durante unos años hubo carreras aquí, y en eso pude ayudar para organizar y traer gente. Ahora nos toca a mi mujer y a mí disfrutarlo: ella es de Barcelona, pero el pueblo le gusta aún más que a mí. ¿Qué más puedo pedir? Pues eso».
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